Carla Manzano.- Gerardo Mercator nació en 1512 en Rupelmonde (Bélgica), un pequeño puerto cerca de Amberes. Tras graduarse en la Universidad de Lovaina, estudió a Aristóteles, pero al poco tiempo le perturbó no poder compaginar las opiniones de dicho filósofo con las enseñanzas de la Biblia. Mercator escribió: “Cuando vi que el relato de Moisés sobre el origen, o génesis, del mundo no armonizaba con las enseñanzas de Aristóteles y los demás filósofos, empecé a dudar de la veracidad de todos los filósofos y me puse a investigar los secretos de la naturaleza”. Mercator se dedicó entonces al estudio de las matemáticas, la astronomía y la geografía bajo la tutela del matemático Gemma Frisius. También aprendió a hacer grabados gracias a la ayuda de Gaspard Van der Heyden, grabador y constructor de globos terráqueos (mapas esféricos). A principios del siglo XVI, los cartógrafos, o dibujantes de mapas, empleaban gruesos caracteres góticos que limitaban el espacio disponible para añadir información en los mapas. No obstante, Mercator adoptó un nuevo estilo italiano de escritura cursiva —o letra itálica— que resultó muy útil en la fabricación de globos terráqueos. Trabajó como grabador con Frisius y Van der Heyden en la elaboración de un mapa esférico en 1536. Su hermosa escritura cursiva contribuyó al éxito de la obra. Nicholas Crane, un biógrafo moderno de Mercator, indica que, mientras que un cartógrafo posterior “pudo escribir 50 nombres de lugares estadounidenses en un mapa del tamaño de un hombre, Mercator logró anotar 60 nombres en un espacio de apenas dos palmos de diámetro”.
Mercator realizó en 1537 su primera obra en solitario: un mapa de la Tierra Santa. Su objetivo era contribuir a un “mejor entendimiento de ambos testamentos”. En el siglo XVI, los mapas de la Tierra Santa eran muy inexactos. Algunos contenían menos de treinta nombres de lugares, y muchos de ellos estaban mal ubicados. Sin embargo, el mapa de Mercator señaló más de cuatrocientos lugares y trazó la ruta que siguieron los israelitas por el desierto después del éxodo. Por su precisión, el mapa gozó de la admiración de muchos de sus contemporáneos.
Esa buena acogida animó a Mercator a publicar un mapamundi en 1538. Hasta aquel tiempo, los cartógrafos sabían muy poco de América del Norte, a la que llamaban “la tierra distante y desconocida”. Aunque el nombre América ya existía, Mercator fue el primero que lo aplicó tanto a América del Norte como a América del Sur.
Mercator vivió en una época en la que se exploraban los océanos y se descubrían muchas tierras. Lamentablemente, los marineros transmitían información contradictoria, lo que hacía casi imposible el trabajo de los cartógrafos, quienes tenían que llenar los espacios vacíos. No obstante, en 1541 Mercator logró su meta: elaborar “el globo terráqueo más completo hasta [esa] fecha”.
En Lovaina, donde vivía Mercator, el luteranismo estaba muy extendido. Para el año 1536, él simpatizaba con esa corriente religiosa, y parece que su esposa con el tiempo terminó abrazándola. Fue arrestado en febrero de 1544 junto con otros 42 ciudadanos de Lovaina bajo la acusación de redactar “cartas sospechosas”. Ahora bien, es posible que la publicación de su mapa de la Tierra Santa también despertara las sospechas de dos teólogos de la Universidad de Lovaina llamados Ruard Tapper y Jacobus Latomus. Ambos habían participado en el juicio del traductor bíblico William Tyndale, quien había sido ejecutado en Bélgica en 1536. Tal vez a Tapper y a Latomus les preocupaba que dicho mapa animara al público a leer la Biblia, tal como lo había hecho la traducción de Tyndale. Sea como fuere, Mercator fue encerrado en el castillo de su ciudad natal, Rupelmonde.
Mercator siguió defendiendo el relato bíblico de la creación. Dedicó la mayor parte de su vida a preparar un resumen o síntesis de la creación “del cielo y la Tierra
En 1569, Mercator publicó la primera parte de su síntesis, titulada Chronologia, que enumeraba los acontecimientos históricos más importantes desde la creación en adelante. Su objetivo era ayudar a los lectores a ubicarse en el tiempo y la historia. Sin embargo, esta obra figuró en el índice de libros prohibidos de la Iglesia Católica, pues Mercator incluyó en ella la protesta que Lutero había expresado contra las indulgencias en 1517.
Durante los siguientes años, este cartógrafo dedicó mucho tiempo a dibujar y grabar las planchas de los mapas de su nueva obra geográfica. En 1590 sufrió un derrame cerebral que lo privó del habla y lo dejó paralizado del lado izquierdo, lo que dificultó muchísimo su labor. No obstante, resuelto a terminar la obra de su vida, siguió realizándola hasta su muerte en 1594, a la edad de 82 años. Los cinco mapas que dejó sin terminar fueron completados por su hijo Rumold. La entera colección de mapas se publicó en 1595 y fue la primera de la historia en llevar el nombre atlas.
El Atlas de Mercator contenía un análisis del primer capítulo de Génesis, y dicha sección defendía la autenticidad de la Palabra de Dios frente a las ideas filosóficas. Mercator llamó a este análisis “el objetivo de todo mi trabajo”.
Una edición ampliada del Atlas
Este método revolucionó la cartografía, si bien distorsiona las distancias y los tamaños, sobre todo en las regiones que se encuentran más cerca del norte o del sur. El mapamundi que confeccionó Mercator en 1569 fue una obra maestra que le dio gran fama como cartógrafo. De hecho, su proyección aún se utiliza en las cartas de navegación y en el moderno sistema de posicionamiento global.
Existen varias ediciones facsimilares del Atlas de Mercator en el mercado (disculpen la cacofonía): en las mejores resulta posible revivir la intensa sensación que tuvieron que experimentar sus contemporáneos al ver cómo se extendía ante sus ojos una nueva perspectiva del mundo. Y es que, hasta ese momento, proyectar una esfera (nuestro planeta) en un mapa plano había supuesto muchos quebraderos de cabeza a los cartógrafos. Mercator resolvió el problema ideando un sistema que lleva su nombre: la proyección de Mercator. Es un sistema en el que las líneas que forman los grados de latitud, desde el ecuador hasta los polos, están separadas proporcionalmente.
REMBRANDT, GRABADOR DE LA BIBLIA
Rembrandt realizó más de trescientas obras sobre historias y figuras de la Biblia (entre ellas, setenta aguafuertes), dotadas de un gran sentido de la composición, una sorprendente variedad técnica y una enorme expresividad emocional. El primero de sus grabados de temática bíblica data de 1626 y el último, de 1659. Para Rembrandt, el grabado no era un mero producto derivado de sus pinturas, sino un género dotado de un valor intrínseco. Con ello, seguía los pasos de sus más célebres predecesores, como Lucas van Leyden o Alberto Durero, llevándolos a un nuevo nivel. LEER MÁS
LAS FIGURAS BÍBLICAS DE VIRGIL SOLIS
Las primeras obras firmadas por Solis son de 1554. Su estilo, marcadamente decorativo y de vocación arquitectónica, sintonizó con cierta corriente en boga en el Renacimiento centroeuropeo por aquella época, que se complacía en fusionar temas y ornamentos de estirpe italiana con un gusto por lo abigarrado típicamente germánico. Su arte incorporó influencias de Durero, Beham y otros artistas. Su mejor obra son las Figuras Bíblicas del Antiguo y el Nuevo Testamento, que aquí analizamos, un proyecto gráfico sólido, quizás algo discutible bajo una óptica teológica, pero cautivador y apasionante desde la primera imagen hasta la última. LEER MÁS
LA MONUMENTAL BIBLIA DE MERIAN
En 1630 se publicaba en Estrasburgo la conocida como Biblia de Merian, la gran Biblia de Lutero con imágenes, publicada por Lazarus Zetzner, una de las editoras más importantes de Europa. Fue la primera vez que los famosos grabados al cobre del insigne artista Mateo Merian fueron insertados en el texto a dos columnas. Las planchas originales fueron posteriormente coloreadas a mano, dando a los volúmenes de las Sagradas Escrituras un relieve plástico y una hondura espiritual tan sólo comparable a los que, en su género, realizaron Durero, Cranach o Rembradt. LEER MÁS
JACQUES CALLOT, ACÉRRIMO CONTRARREFORMISTA
El célebre grabador francés Jacques Callot nació en una región de predominio católico, donde además la influencia de Roma era creciente. El propio autor formaba parte de la cofradía de la Inmaculada Concepción, e hizo causa común con el dogma de la Comunión de los Santos propugnada por el Concilio de Trento. No es extraño, pues, encontrar estos temas en su producción grabada: entre sus centenares de estampas se incluyen ciclos sobre la Virgen, o su serie sobre vidas de santos. LEER MÁS