La falacia del ex-libris

Carla Manzano.- Ex-libris es una locución latina que significa literalmente, de entre los libros de, es decir, "libro procedente de entre los libros de una biblioteca publica o privada". Un ex-libris es una marca de propiedad que normalmente consiste en una estampa, etiqueta o sello que suele colocarse en el reverso de la cubierta de un libro y que contiene el nombre del dueño del ejemplar o de la biblioteca propietaria. El nombre del poseedor va precedido usualmente de la expresión latina "ex libris". Según señala Karim Taylhardat en la página del Centro Virtual Cervantes, en España el polígrafo Doctor Thebussem (anagrama de la palabra embustes), seudónimo de Mariano Pardo Figueroa, estableció que la partícula ex (fuera de) y el sustantivo libris (libro), debieran escribirse juntos: exlibris; o, en otro caso alternante, haciendo uso del guion: ex-libris.

Suele citarse como primer antecedente una placa de barro cocido esmaltada en color azul con inscripciones jeroglíficas, conservada en el Museo Británico de Londres, que perteneció al faraón egipcio Amenhotep III (s. XV a. C.), y que habría sido utilizada como marchamo de propiedad en los estuches de los rollos de papiro de su biblioteca.

En cuanto a España, el primer ex-libris del que se tiene noticia es el del Rey Fruela I (756-768) en el reino de Asturias. Durante la Edad Media, hay ejemplos de marcas de propiedad en códices que consistían en anotaciones manuscritas. Como escribe Magaly Urcaray, eran comunes las inscripciones solicitando la devolución del libro al propietario: "este libro pertenece a los monjes del monasterio de Santo Jacopo de Ripoli en Firenze. Quien lo coja, tenga la bondad de devolverlo pronto y sin ningún desperfecto. Este libro es mío". Otras, incluso, iban acompañadas de una serie de maldiciones para los amigos de lo ajeno. Como esta encontrada en el templo de Daigoji (Japón): "Robar este libro cierra las puertas del Cielo, y destruirlo abre las del Infierno. El que tome este libro sin permiso será castigado por todos los dioses de Japón". Quien más y quien menos, habrá tenido ocasión de contemplar inscripciones similares en las bibliotecas públicas de nuestro país, amenazando de excomunión a quien sustrajere un tomo del fondo común.


Es a partir de la introducción de la imprenta y el uso de las técnicas de grabado cuando podemos hablar ya de ex-libris, en el sentido que le damos actualmente al término. Predominan en una primera etapa (del siglo XV al XVIII) los de tipo heráldico; a partir del siglo XVIII, con el fin del Antiguo Régimen y su clase dirigente, la aristocracia, comienzan a prevalecer las alegorías, símbolos o emblemas.

A finales del siglo XIX e inicios del XX, los ex-libris conocen un gran florecimiento propiciado por el Modernismo, Art Nouveau o Jügendstil. Es asimismo en esta época finisecular cuando se produce el auge de la bibliofilia y crece el interés por esta afición (exlibrismo), aparecen los primeros coleccionistas, se fundan asociaciones y se celebran congresos y concursos. Surgen también en esta etapa los primeros estudios sobre el tema y las primeras publicaciones especializadas.

En cuanto a la técnica empleada ha sido muy variada: desde la xilografía y la calcografía, a la litografía, la serigrafía y el fotograbado. En nuestra época, la gran mayoría de los ex libris se diseñan por ordenador y se imprimen o se reproducen fotográficamente, aunque continúan usándose sellos de caucho y la estampación en relieve.

Gráficamente, el estilo del ex-libris suele tender por tradición al monocromatismo, con profusión de líneas contrastadas sobre un fondo plano. Si en alguna disciplina de las artes gráficas se ha mantenido cierta continuidad en el tiempo, ésta es el ex-libris. No obstante, son legión los artistas que se han sentido atraídos por este género, diseñando auténticas obras únicas dignas de mención.

Como curiosidad, se puede contemplar una selección de ex-libris japoneses en este apartado de la web Bibliofilia, donde se puede contemplar la especificidad de la cultura nipona y sus peculiares preferencias estéticas y gráficas.

En suma, el ex-libris es una marca de propiedad que el propietario de un ejemplar, por definición igual a otros muchos (al menos, a partir de la invención de la imprenta), se convierte en único e intransferible. Una ilusión, si se piensa, pues dicha pertenencia no deja de ser material, ya que lo que hace realmente especial a un libro es su contenido, y éste pertenece a todos. Y es que a nadie se le ha pasado por la cabeza "apropiarse" de la Heroica de Beethoven. Grandeza y miseria de los libros, que permiten que sus usuarios crean que los poseen, cuando ellos son de todo el mundo pues a nadie pertenecen en particular. La falacia del ex-libris, pues, consiste en que tomo por propio lo que es por esencial inasible, en cierto sentido incluso impersonal. Nadie en su sano juicio creería que el pensamiento o el lenguaje son suyos, y de nadie más; ¿por qué sí, en cambio, las ideas que se plasman en un libro? Eso, por no hablar de un humilde artículo como este...