Carla Manzano.- Pedro de Teixeira Albernas fue un cartógrafo portugués que trabajó durante más de cuarenta años al servicio del Rey de España, en cuyo círculo de cosmógrafos se integró de la mano de su compatriota Juan Bautista de Labaña, participando desde ese momento en diversas empresas cartográficas de las que apenas quedan huella, por haber permanecido sus resultados manuscritos y en ignorado paradero hasta el día de hoy. Este es el caso de «La descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos», de 1634, un escrupuloso inventario cartográfico de las costas de España confeccionado por encargo real, a partir de 1622, que se creía perdida y que en parte se encuentra plasmado en un rico manuscrito de la Biblioteca Carolina de la Universidad de Uppsala desde 1824. En fecha reciente, además, ha sido objeto de una edición muy documentada, bajo la supervisión de Felipe Pereda y Fernando Marías.
Los mapas de las costas de España, como queda demostrado, son el resultado de la comisión encomendada por la corona en 1622, y reflejan, al igual que el texto, el detallado conocimiento del territorio peninsular que tenía Teixeira. El encargo de Felipe IV a Pedro de Texeira consistía en realizar una descripción precisa y completa de las costas de España, sus puertos, sus ciudades más importantes, e incluso de las antigüedades y la historia. El recorrido tuvo como punto de partida Fuenterrabía (Guipúzcoa), desde donde, en 1622, un grupo de cosmógrafos emprendieron la expedición, la cual concluiría en la frontera francesa por el perfil mediterráneo.
«La descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos» consta de dos partes: la estrictamente textual, que contiene información sobre la geografía, historia y población del territorio nacional, y que ya era conocida a través de tres manuscritos conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid, en la British Library y en Viena, y la parte cartográfica, que hasta fecha reciente había sido dada por desaparecida. Es muy posible que, siguiendo la opinión de Felipe Pereda y Fernando Marías, editores de El atlas del Rey Planeta (Nerea, Madrid, 2002), esta parte cartográfica pudo llegar allí a través de un intercambio de entre las cortes austriaca y española o más bien, lo más probable, que se lo llevara en su equipaje el archiduque Carlos III, pretendiente al trono español tras la muerte de Carlos II, ya que esta magna obra en la época contenía datos relevantes a nivel militar, estratégico y administrativo.
El Atlas se compone de 173 páginas, con 116 imágenes a todo color de mapas de España y del mundo, así como los escudos de sus reinos, provincias y señoríos. Entre las imágenes figuran 11 de Guipúzcoa; 5 de Vizcaya; 5 de Castilla; 9 de León; 19 de Galicia; 21 de Portugal; 16 de Andalucía; 2 de Murcia; 5 de Valencia y 7 de Cataluña.
En cuanto a las imágenes, según Pablo Cisneros Álvarez, se trata de pseudoperspectivas aéreas, tomadas desde un punto imposible, si nos atenemos a la época en la cual fue realizado el Atlas, e imaginado por parte de Texeira. A pesar de ello, "estas vistas de las costas españolas representan, de manera fidedigna, cómo eran los litorales peninsulares del siglo XVII, reparando en detalles como los salientes de tierra, los sistemas defensivos de los pueblos costeros, las playas, los cabos, los golfos, los acantilados, tratados todos ellos con gran precisión, con el fin de que la persona que los leyera, en este caso concreto el rey Felipe IV, los pudiera interpretar de manera rápida y clara".
Esta exactitud en la obra de Pedro de Texeira tenía una intención muy evidente. "El Atlas pretendía ofrecer al rey un conocimiento completo de todo el litoral peninsular siendo, por tanto, un instrumento de defensa muy importante que permitía a la monarquía establecer estrategias a la hora de resguardarse de los ataques marítimos. Esta utilidad del Atlas le otorgaba un papel primordial de defensa de la nación, de ahí que no debía ser conocida por muchos, siendo para uso prácticamente exclusivo de la corona, convirtiéndose en un auténtico tesoro nacional que el estado debía de proteger debido a su carácter político, militar y estratégico. Las representaciones ofrecen un detallismo realmente significativo, por lo que no cabe duda de la importancia vital de esta obra para la monarquía de Felipe IV como arma política". Su valía, y por tanto la protección que se le otorgó a este Atlas han sido, evidentemente, las causas de que durante muchos años haya estado desaparecida.
El “Compendium Geographicum” de Pedro de Teixeira, fechable hacia 1660, parece ser, haciendo honor a su título, una breve y sumaria exposición escrita sobre los saberes geográficos de la época, acompañada de unos mapas profusamente iluminados y una síntesis de toda la labor cartográfica de Pedro de Teixeira a diferentes escalas, resultado de empresas que consumieron buena parte de su existencia. Cartografía que, en lo que a la Península se refiere, es el resultado de un minucioso y dilatado trabajo de campo, del que hay constancia documental; lo que viene a enmendar el vacío atribuido hasta hoy a la producción cartográfica peninsular del siglo XVII. Como señala Ramón Alvargonzález, el mapa de la Península bien puede ser el resultado gráfico de los trabajos de la Comisión del Mapa de España presidida en la década de 1620 por Labaña, en la que Teixeira se integró recién llegado a Madrid reclamado por su maestro y mentor; y en la que por fuerza, a la muerte de Labaña en 1624, debió adquirir un obligado protagonismo.
Los mapas de las costas de España, como queda demostrado, son el resultado de la comisión encomendada por la corona en 1622, y reflejan, al igual que el texto, el detallado conocimiento del territorio peninsular que tenía Teixeira. El encargo de Felipe IV a Pedro de Texeira consistía en realizar una descripción precisa y completa de las costas de España, sus puertos, sus ciudades más importantes, e incluso de las antigüedades y la historia. El recorrido tuvo como punto de partida Fuenterrabía (Guipúzcoa), desde donde, en 1622, un grupo de cosmógrafos emprendieron la expedición, la cual concluiría en la frontera francesa por el perfil mediterráneo.
«La descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos» consta de dos partes: la estrictamente textual, que contiene información sobre la geografía, historia y población del territorio nacional, y que ya era conocida a través de tres manuscritos conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid, en la British Library y en Viena, y la parte cartográfica, que hasta fecha reciente había sido dada por desaparecida. Es muy posible que, siguiendo la opinión de Felipe Pereda y Fernando Marías, editores de El atlas del Rey Planeta (Nerea, Madrid, 2002), esta parte cartográfica pudo llegar allí a través de un intercambio de entre las cortes austriaca y española o más bien, lo más probable, que se lo llevara en su equipaje el archiduque Carlos III, pretendiente al trono español tras la muerte de Carlos II, ya que esta magna obra en la época contenía datos relevantes a nivel militar, estratégico y administrativo.
El Atlas se compone de 173 páginas, con 116 imágenes a todo color de mapas de España y del mundo, así como los escudos de sus reinos, provincias y señoríos. Entre las imágenes figuran 11 de Guipúzcoa; 5 de Vizcaya; 5 de Castilla; 9 de León; 19 de Galicia; 21 de Portugal; 16 de Andalucía; 2 de Murcia; 5 de Valencia y 7 de Cataluña.
En cuanto a las imágenes, según Pablo Cisneros Álvarez, se trata de pseudoperspectivas aéreas, tomadas desde un punto imposible, si nos atenemos a la época en la cual fue realizado el Atlas, e imaginado por parte de Texeira. A pesar de ello, "estas vistas de las costas españolas representan, de manera fidedigna, cómo eran los litorales peninsulares del siglo XVII, reparando en detalles como los salientes de tierra, los sistemas defensivos de los pueblos costeros, las playas, los cabos, los golfos, los acantilados, tratados todos ellos con gran precisión, con el fin de que la persona que los leyera, en este caso concreto el rey Felipe IV, los pudiera interpretar de manera rápida y clara".
Esta exactitud en la obra de Pedro de Texeira tenía una intención muy evidente. "El Atlas pretendía ofrecer al rey un conocimiento completo de todo el litoral peninsular siendo, por tanto, un instrumento de defensa muy importante que permitía a la monarquía establecer estrategias a la hora de resguardarse de los ataques marítimos. Esta utilidad del Atlas le otorgaba un papel primordial de defensa de la nación, de ahí que no debía ser conocida por muchos, siendo para uso prácticamente exclusivo de la corona, convirtiéndose en un auténtico tesoro nacional que el estado debía de proteger debido a su carácter político, militar y estratégico. Las representaciones ofrecen un detallismo realmente significativo, por lo que no cabe duda de la importancia vital de esta obra para la monarquía de Felipe IV como arma política". Su valía, y por tanto la protección que se le otorgó a este Atlas han sido, evidentemente, las causas de que durante muchos años haya estado desaparecida.