Mónica C. Abad.- Un género de libros
específicamente hispano lo constituyen los Beatos, códices manuscritos copias
del comentario al libro del Apocalipsis de San Juan que en el año 776 realizara
Beato de Liébana, abad del Monasterio de Santo Toribio, en el valle de Liébana
(Cantabria). El fenómeno de los códices que contienen el comentario al
Apocalipsis de Beato de Liébana es único en la Alta Edad Media
hispánica. Ninguna otra obra fue copiada tantas veces, como para que llegaran a
nuestros días más de 25 manuscritos, además de fragmentos de otros, que se han
ido descubriendo y que superan ya la decena. Este fenómeno no se explica tanto
por el texto de la obra principal que contienen, como por sus ilustraciones,
que reflejan una notable uniformidad pictórica, al contrario que las Biblias y
Evangelios, cuyas ilustraciones no se repiten.
22 de los manuscritos conservados ofrecen estas ilustraciones. Los
beatos más antiguos son del siglo X, aunque la producción de copias debió de
ser constante desde la publicación del “comentario”.
Tanto fue el éxito que
obtuvieron que, al contrario que en zonas italo gálicas y anglonormandas, las
copias del texto del Apocalipsis que se hicieron en Hispania no tenían
miniatura alguna, debido a la fuerte tradición de los Beatos que las tenían en
exclusiva. Lo esencial de la iconografía de estos manuscritos debió surgir en
el siglo VIII con aportaciones bizantinas y persas (aves afrontadas, separadas
por el árbol de la vida, largas filas de personajes, los grandes ojos de
hombres y ángeles, las columnas rellenas de elementos vegetales geometrizados),
así como del Egipto copto (trenzados geométricos, fondos estrellados) de la Europa carolingia
(ornamentación de interiores y cortinajes, vestimenta con pliegues) y del arte
primitivo hispánico (en la composición, en el movimiento y la expresividad de
las figuras). Los elementos orientales y norteafricanos originarios fueron
enriquecidos, sin duda, por la aportación mozárabe.
El resultado fue una
síntesis de antecedentes y tradiciones con abundantes elementos del mundo
occidental que se remontan al siglo VI bizantino, cuando entre Oriente y la Península Ibérica
los contactos eran fluidos. En torno al año 950 se conoce la existencia de
numerosos escritorios de monásticos con copistas e iluminadores. En la
zona asturleonesa los de Tabara,
Escalada, Valcarado, Albares y Bobadilla; en el norte de Castilla los de
Cardeña, Valeranica y Silos; y e n el reino de Navarra, los de Albelda y San
Millán de la Cogolla. A
este ámbito geográfico corresponde la primera fase de gran difusión de la obra
de Beato de Liébana.
En la Biblioteca de la Catedral de Pamplona
existía en el siglo XII un códice que contenía la explicación al Apocalipsis de
Beato de Liébana, según nos refiere el jesuita P. José Moret en 1665 en su obra
“Investigaciones históricas de las antigüedades del Reino de Navarra”.
Actualmente no existe tal Beato en la biblioteca del cabildo de la catedral
Navarra. Parece que el libro fue sustraído de su estantería a mediados del
siglo XIX, pudiéndose identificar, con bastante probabilidad con el existente
en la Biblioteca
Nacional de Francia, Nouv. Acq. Lat. 1366, dado que la
escritura e iluminaciones prueban su origen español. La historia inmediata del
códice revela que fue comprado en España por un librero de Lyon, después, por
otro de Milán y, finalmente, por un tercero de París, de quien lo adquirió la Biblioteca Nacional
de Francia en 1879, como cuenta L. Delisle en “Los manuscritos de L’Apocalypse
de Beatus” en Mélanges de paléographie et de bibliographie”, París 1880.
De este manuscrito original del siglo XII se ha realizado un facsímil con un
formato de 345 por 235 mm .
Consta de 314 páginas de las cuales 63 son miniadas. El texto se distribuye de
dos columnas y 36 líneas, con letra carolina de transición gótica. El papel es
especial en pergamino envejecido, coleccionado, plegado y cosido a mano.
Dispone además de un volumen de estudio histórico, artístico y paleográfico.
Ambos volúmenes proceden de una tirada única de 995 ejemplares numerados y
autenticados mediante acta notarial.