La Biblia de Bowyer y el genio de Loutherbourg


Mónica Cobeta Abad.- Si todas las biblias ilustradas tienen algo que las define como únicas, de la Biblia de Bowyer destacaríamos su extraordinaria extensión. La componen 45 volúmenes en los que se incluyen 6.000 grabados e ilustraciones de grandes artistas como Rafael, Rubens o Rembrandt. Existe mucha confusión en cuanto a la verdadera identidad de su autor, Robert Bowyer (1758-1834). Se cree que perteneció a una importante familia de editores de Londres. Gozó de gran prestigio como pintor de retratos del Rey Jorge III, y fue miembro activo de la Iglesia Baptista, de la que llegó a ser pastor al final de su vida. Por otro lado, se distinguió como tratante de imágenes impresas y editor de libros. De la primera actividad destaca una edición profusamente ilustrada de la Historia de Inglaterra de David Hume, con láminas de artistas como John Opie o Philip James de Loutherbourg. De este último también recopiló imágenes para su gran proyecto bíblico.

La Biblia de Bowyer consta, como se ha dicho, de 45 volúmenes que se estructuran en tres partes: el Antiguo Testamento, al que le dedican 23 volúmenes, y en los que se incluyen 2.315 grabados; los Libros Apócrifos, recogidos en 3 volúmenes con 959 grabados, y el Nuevo Testamento con 19 volúmenes, donde aparecen 3.019 grabados.

Para la elaboración de tan ambicioso proyecto, Bowyer utilizó el texto de la Biblia de Thomas Macklin, que constaba de 7 volúmenes. La de Macklin fue reconocida en los círculos editoriales por ser la Biblia más extravagante publicada en su época. Las viñetas de Philip James de Loutherbourg, la portada y la contraportada proceden de esta edición. Estas viñetas merecen un inciso, pues en ellas se muestra el sentido apocalíptico del autor. Philip James de Loutherbourg (1740-1812), el miembro más joven de la Academie Royale de París, se trasladó a Londres, donde fue una figura significativa en su tiempo, ya que sus trabajos Eudiphisikon o Imitaciones Varias de Fenómenos Naturales representadas por imágenes en movimiento, constituyeron una recreación elaborada de escenas reales y fantásticas, por lo que es considerado como un artista precursor del cine. Sus dramáticas representaciones de fenómenos naturales se muestra en las viñetas que realizó para la Biblia de Bowyer.



Para ilustrar cada aspecto del mundo bíblico, Bowyer recorrió Europa y Gran Bretaña. Las imágenes alcanzan desde ilustraciones dramáticas e intensas de los pasajes épicos de la Biblia, hasta imágenes naturalistas de plantas, animales e incluso fósiles. Durante el breve periodo de paz entre Gran Bretaña y Francia en 1802, permaneció en París y obtuvo permiso personal de Napoleón para investigar en su colección privada de libros.

Además de las viñetas de Loutherbourg, que fueron impresas directamente en las páginas del texto, cada grabado fue cuidadosamente montado en páginas separadas enmarcadas por un borde. Es tal la precisión en la elaboración de cada imagen que el filo únicamente se puede detectar si se roza con la yema de los dedos. Cuando terminó  de recopilar e insertar las imágenes, Bowyer encargó un estuche tallado en roble de gran belleza para completar su trabajo.

La Biblia fue donada a la ciudad de Bolton (Estados Unidos) por la familia Heywood en 1948. El viaje de esta Biblia desde Londres hasta las bibliotecas de Bolton, comienza con una humilde familia dedicada a la mercería. Bowyer intentó sin éxito venderla. Tras su muerte, pasó a manos de Mary Parkers, que había tenido negocios con el autor. Ésta solicitó permiso al gobierno para vender la Biblia por sorteo. El ganador fue un mercero llamado Saxon que, a pesar de reconocer su gran valor, decidió venderla. Con el tiempo, llamó la atención de un agente que trabajó para John Albinson, un importante coleccionista de libros de Bolton. Robert Heywook, alcalde de la ciudad de Bolton, la adquirió en una subasta de libros antiguos de la casa Albinson. Permaneció en esta familia hasta que la viuda de su hijo decidió cederla a las bibliotecas públicas. Este acuerdo duró hasta 1948, año en el que el nieto de Robert Heywook finalmente la donó a la ciudad.






REMBRANDT, GRABADOR DE LA BIBLIA

Rembrandt realizó más de trescientas obras sobre historias y figuras de la Biblia (entre ellas, setenta aguafuertes), dotadas de un gran sentido de la composición, una sorprendente variedad técnica y una enorme expresividad emocional. El primero de sus grabados de temática bíblica data de 1626 y el último, de 1659. Para Rembrandt, el grabado no era un mero producto derivado de sus pinturas, sino un género dotado de un valor intrínseco. Con ello, seguía los pasos de sus más célebres predecesores, como Lucas van Leyden o Alberto Durero, llevándolos a un nuevo nivel. LEER MÁS



LAS FIGURAS BÍBLICAS DE VIRGIL SOLIS

Las primeras obras firmadas por Solis son de 1554. Su estilo, marcadamente decorativo y de vocación arquitectónica, sintonizó con cierta corriente en boga en el Renacimiento centroeuropeo por aquella época, que se complacía en fusionar temas y ornamentos de estirpe italiana con un gusto por lo abigarrado típicamente germánico. Su arte incorporó influencias de Durero, Beham y otros artistas. Su mejor obra son las Figuras Bíblicas del Antiguo y el Nuevo Testamento, que aquí analizamos, un proyecto gráfico sólido, quizás algo discutible bajo una óptica teológica, pero cautivador y apasionante desde la primera imagen hasta la última. LEER MÁS



LA MONUMENTAL BIBLIA DE MERIAN 

En 1630 se publicaba en Estrasburgo la conocida como Biblia de Merian, la gran Biblia de Lutero con imágenes, publicada por Lazarus Zetzner, una de las editoras más importantes de Europa. Fue la primera vez que los famosos grabados al cobre del insigne artista Mateo Merian fueron insertados en el texto a dos columnas. Las planchas originales fueron posteriormente coloreadas a mano, dando a los volúmenes de las Sagradas Escrituras un relieve plástico y una hondura espiritual tan sólo comparable a los que, en su género, realizaron Durero, Cranach o Rembradt. LEER MÁS



JACQUES CALLOT, ACÉRRIMO CONTRARREFORMISTA

El célebre grabador francés Jacques Callot nació en una región de predominio católico, donde además la influencia de Roma era creciente. El propio autor formaba parte de la cofradía de la Inmaculada Concepción, e hizo causa común con el dogma de la Comunión de los Santos propugnada por el Concilio de Trento. No es extraño, pues, encontrar estos temas en su producción grabada: entre sus centenares de estampas se incluyen ciclos sobre la Virgen, o su serie sobre vidas de santos. LEER MÁS